domingo, 15 de febrero de 2015

Nueva historia larga, esperamos sus comentarios


El precio del capricho

 

Paola había sido hija única durante doce años, en ese tiempo había sido consentida en todo lo que había deseado. Sin embargo poco antes de cumplir los trece, su madre tuvo un nuevo hijo. Obviamente frente a éste acontecimiento las atenciones de los padres se dividieron.

Pero Paola no estaba de acuerdo con la nueva atención que lo tocaba, mucho menos con los cuidados que sus padres le daban a su hermanito. Por ello comenzó a tener actitudes caprichosas todo el tiempo. Ningún regaño o castigo parecía hacerla cambiar de actitud.

Su madre desesperada por una situación que comenzaba a sobrepasarla consultó con una amiga que hacía años había tenido un problema similar. Ella le sugirió un plan que no podía fallar.

-¡¿P… pero podré yo hacer algo así?! –exclamó la madre de Paola, sonrojada al escuchar el plana de su amiga.

Al regresar a su casa lo habló con su marido, pero éste tampoco se mostraba muy seguro de implementar tal plan. Sin embargo decidieron darle un ultimátum a su hija y en caso contrario intentar realizar de la mejor manera el castigo.

Al día siguiente Paola tuvo otro de sus ataques caprichosos. Como siempre su madre la regañó y le aseguró que sería el último acto que toleraría. Paola no prestó a tención a esto, y continuó con sus berrinches.

-¡Se acabó! –le retó su madre -.Cuando regreses de la escuela vas a recibir un castigo ejemplar.

Paola se marchó a la escuela riendo por dentro pensando que su madre tan solo la amenazaba. Pero no era así, cuando regresó de sus actividades no podía creer lo que veía. Su cuarto estaba trasformado por un de bebé. Revisó todo el lugar, allí no había nada de sus antiguas cosas. Abrió los cajones del armario ninguna de sus prendas estaban. Solo pilas de pañales descartables y mamelucos con dibujos infantiles. Tomó uno y horrorizada notó que eran de su tamaño.

-¡¿Qué es todo esto?! –exclamó.

-Tu castigo –dijo su madre a sus espaldas y apoyada en el marco dela puerta.

-¿Qué?

-Te aseguré que a menos que cambiaras tu actitud te castigaría.

-¡¿Y qué tiene que ver todo esto?! –sacudió la ropa que aún tenía en la mano.

-Parte de tu castigo ¿Quieres actuar como un bebé? por mí no hay problema. Pero entonces vas usar la ropa de uno y hacer todo lo que hace un bebé.

-¡¡¡Estás loca si crees que lo voy a hacer!!!

-No, vos estás loca si crees que no va a pasar esto. Ya te dije es tu castigo.

Paola pensó que todo quedaría allí, pero no fue así. Su padre también ingresó a la habitación y entre ambos la desvistieron y la acostaron en un cambiador. Allí la rociaron de talco la cola, le ajustaron un fuerte pañal de bebé y por ultimó le pusieron un mameluco rosa con dibujos de ositos. Paola frente a tal acción comenzó con sus habituales berrinches y a llorar.

-Ya, mi amor, ya está – la madre le acarició el rostro y luego le colocó un chupete en la boca -.Pero te advierto que si te llegas a sacar esta ropa voy a llamar a tus amigos para que te vean así vestida, y ahora sabes que no amenazo en vano.

Frente a tales palabras Paola continuó lloriqueando pero no se resistió más. Su padre la levantó en brazos y la colocó en una gran cuna y le puso a funcionar el móvil que tenía colgada sobres la cuna. Tanto llanto y el movimiento del juguete hicieron que la niña se durmiera vestida como estaba y con el chupete en la boca.

Luego de unas horas se despertó con unas terribles ganas de hacer pipí. Salió de la cuna, en puntitas de pie llegó hasta la puerta del baño, pero se encontró con ésta cerrada.

-Para eso tienes puesto el pañal –explicó la voz de su madre a su espalda.

-Pero mamá…

-Pero nada, tienes un pañal puesto, si tienes que ir al baño hazlo en él y mami después te cambia.

Molesta por la respuesta se volvió a su habitación y allí se quedó sentada en el piso. Pero con el correr del tiempo las ganas iban en aumento, hasta que no pudo más y en cuestión de minutos sintió su pañal pesado y un poco húmedo en la entrepierna y un poco de la cola. Frente a tal situación no aguantó más y volvió a llorar con fuerza, y así permaneció hasta que su madre entró. Sabiendo lo que había sucedido, no dijo nada, solo la tomó de la mano con dulzura y la llevó hasta un cambiador. Allí desplegó un nuevo pañal y luego le quitó el que estaba sucio.

-¿Por qué me haces esto? –preguntó Paola mientras su madre la limpiaba con toallitas húmedas.

-¿Qué te hago? –preguntó con inocencia.

-¡Esto! Tratarme como un bebé.

-Sí, sos un bebé.

-¡No, no lo soy!

-Sí lo sos, te comportabas todos los días como uno, lo único que cambió ahora es que te vestís como un bebé, nada más.

-No soy un bebé-exclamó en un tono más bajo y ya no tan seguro de sus palabras.

-Listo, ya estas limpita –finalizó la mujer ajustándole el nuevo pañal.

-Y ¿qué hago ahora?

-Lo que quieras mi vida, podes jugar con tus juguetes –le señaló un montón de juguetes para bebes -.O si estas cansada podes dormir una siesta.

-Ya dormí, no tengo sueño –dijo cruzada de brazos.

-Entonces juga –le acarició la cabeza y salió dela habitación.

Con dificultad por el enorme pañal que tenía Paola llegó hasta los juguetes, se sentó en el suelo y comenzó a mirarlos y luego los arrojó contra la pared. Su madre que escuchó los ruidos volvió a la habitación.

-¿Qué fue eso? –preguntó.

-Yo, tiré los juguetes.

-¿Por qué hiciste eso?

-Porque son horribles y de bebés.

-Se acabó, no voy a aguantar más esto.

Se sentó, tomó a la niña de un brazo, la colocó sobre su regazo boca abajo, y comenzó a darle golpes en la cola. Paola intentaba resistirse pero su madre era más fuerte, luego de unos segundos simplemente estaba entregada al castigo que parecía no tener fin.

-¡Esta bien, perdón! –se disculpó la pequeña.

-¿Vas a ser un buen bebé de ahora en más?

-Sí.

-Dilo.

-Voy a ser una buena bebé.

-Muy bien.

Volvió a colocarla en el piso y se marchó, regresando a los pocos minutos con una mamadera llena de leche, se sentó en el piso y volvió a recostar a su hija sobre su regazo pero esta vez boca arriba. Le colocó la mamadera en la boca sin siquiera preguntarle y esperó a que la niña tomara todo el contenido.

Con la panza llena Paola volvió a caer en un profundo sueño, su madre la tapó con unas frazadas de “Princesas” y la dejó dormir.

Caída la noche la niña fue llevada por su madre a la bañera. La bañó junto a un montón de juguetes. Luego volvió a vestirla, la alzó en brazos y la colocó en una sillita para bebé. Le colocó un babero y le dio de comer papilla. Desde luego Paola no estaba de acuerdo con nada de esto pero lo prefería a volver a ser castigada.

A la madrugada y ya en su cuna tenía nuevamente ganas de ir al baño, pero bien sabía que no tenía acceso a este. Tampoco quería mojar su pañal, pero no tenía opción. Relajó la vejiga y soltó todo el pipi acumulado. Sintió el líquido tibió invadir todo el pañal. Pero al acabar, toda la humedad fue absorbida. Lloró un poco por la situación, pero el sueño volvió y se quedó dormida.

Cuando se despertó su madre le tocaba la entrepierna descubriendo que había mojado el pañal. Con una sonrisa tierna la sacó de la cuna y se dispuso a cambiarla.

-¿Tienes hambre? –le preguntó una vez finalizado el cambio. La niña asintió con la cabeza.

La mujer se levantó parte la blusa, dejó al descubierto un pecho y se lo ofreció a su hija, la cual al principio se negó pero al final accedió. Comenzó a succionar y poco a poco sintió la leche materna pasar de su boca a su estómago. Luego de unos minutos la situación empezó a agradarle tanto que hubiera pasado horas así.

De esta manera trascurrió una semana entera: cambios de pañal (casi al final Paola ni notaba cuando mojaba u embarraba su pañal), baños de agua tibia, mamadera, papilla y ser amamantada.

Finalizado el castigo Paola era otra, no solo había terminado con sus berrinches sino que además ahora ayudaba en la casa y estaba siempre disponible para lo que otros necesitaran. Pero en otra cosa había cambiado: ya no odiaba tener que usar pañales, al contrario los llevaba a todas partes incluso a la escuela, porque siempre estaba la posibilidad de tener algún accidente y así se sentía segura y sequita como cualquier bebé.

5 comentarios:

Tony Prince dijo...

Hola! Me ha encantado tu historia, yo también escribo historias de pañales en mi blog: www.ponmeunpanal.blogspot.com.es

Anonimo dijo...

gracias, amigo

Sr.Mantequilla dijo...

Amo este blog de ABDL buenas y excelentes historias

anner acosta dijo...

hola esta muy bonita tu historia espero que tenga una segunda parte porque me encanto mucho

Anónimo dijo...

Todos ustedes estan enfermos....!!!