martes, 24 de febrero de 2015


El precio del capricho (2da parte)

 

Después de que Paola recibiera un terrible escarmiento debido a su comportamiento, éste se modificó y mejoró notablemente. Pero no duró mucho, en poco tiempo la niña volvió a sus antiguos caprichos y muy rápidamente su conducta se volvió a parecer mucho a la anterior.

Su madre en varias ocasiones la amenazó con volver a implementar el mismo castigo pero a Paola ya era otra y no veía con tan malos ojos pasar otra semana como una bebita.

Frente a este panorama Flavia la madre de Paola, volvió a consultar a la amiga que le diera el plan inicial. Ésta se sorprendió al escuchar lo ocurrido. Sin embargo tenía un nuevo plan para que de una vez por todas, la joven, madurara y por otro lado no disfrutara de su nuevo periodo como bebé, esta vez tenían que ir un poco más lejos.

Con este propósito Flavia se pasó todo el día en la calle buscando lo que necesitaba para, una vez más, imponer un castigo ejemplar a su caprichosa hija.

A la noche le anunció a Paola que al día siguiente comenzaría su correctivo. La impetuosa adolecente se rio a carcajadas y se marchó a su habitación, por dentro gozaba la idea de volver a ser tratada como una bebita sin embargo no tenía idea de lo que se había preparado para ella.

Cuando el sol comenzaba a asomarse por el este, Flavia entró a la habitación de su hija y como lo había hecho meses atrás comenzó a desvestirla para ponerle un pañal y demás ornamentos de bebé. Paola no se resistió porque en verdad lo estaba disfrutando, no obstante su semblante cambió cuando vio que su madre le ponía un uniforme similar a la de niños de jardín y le colgaba una mochila.

-¿Qué… qué es esto? –atinó a decir la niña.

-No pensaras que vas a pasar otra semana sin hacer nada tirada en una cuna, vas a ir a la escuela pero ya que insistís en ser una bebita entonces te voy a llevar al lugar que corresponda.

Al entender lo que se había planeado Paola empezó a gritar y a resistirse, sin embargo su madre mostrando una gran fuerza logró sacarla a la calle. La niña pasó el ridículo de su vida cuando sus vecinos la vieron, por lo tanto se arrojó dentro del auto sin pensarlo. En el asiento de atrás había una sillita para bebé pero de su tamaño. Su madre la sentó allí y leajustó el cinturón y se dirigieron hacia su destino.

Durante todo el viaje Paola suplicaba a su madre para que se apiadara pero ésta hizo caso omiso y siguió adelante con el plan.

Al arribar a un jardín frenó el auto y le dijo a su hija que descendiera, la cual desde luego se negó a hacerlo. Su madre sacó su celular y le tomó una foto, y la amenazó que si no bajaba del auto subiría esa foto al Facebook para que todos sus compañeros la vieran. Frente tal amenaza Paola no tuvo otra opción que obedecer.

Su madre la llevó de la mano hasta la sala en la que iba a estar. Cuando ingresó todos los niños se rieron dela imagen, sin embargo la maestra la recibió con naturalidad como si de un niño más se tratara.

Durante todo el día debió compartir y hacer las mismas cosas que los demás alumnos del jardín. Tuvo que jugar, dibujar y demás cosas. Paola sentía que iba a morir de vergüenza de un momento a otro.

Cuando fue la hora de ir al baño todos los niños formaron dos filas una de varones y otras de niñas. La joven se formó con estas últimas pero la maestra la apartó.

-No necesitas el baño –le explicó -.Para eso los pañales.

-¡¿Qué? ¿Tengo que hacérmelo encima delante de todos?!

-¿Qué tiene de malo? Tengo muchos pañales, así que no tepreocupes yo después te cambio. Además tu mamá aseguró que te encantaba usarlos, así que adelante no tengas vergüenza.

-Pe… pero.

-Nada de peros cuando tengas ganas simplemente hace pipi –concluyó con tono cariñoso la maestra.

Desde luego Paola intentó aguantar todo lo que podía pero no fue lo suficientemente fuerte. En el peor momento cuando todos los niños volvieron al salón ella ya no aguantó más y liberó todo el pipi que tenía acumulado. La maestra lo notó y la palpó en la entrepierna.

-Te hiciste pipi –exclamó en voz alta.

Todos los niños estallaron en una fuerte carcajada al ver como se llevaban a la joven a otra sala. La recostó en un cambiador plástico la quitó la ropa sucia, la limpió con una toallita húmeda y le colocó un nuevo pañal. Éste era tan grande que sobresalía por debajo del uniforme.

A la hora de tomar la leche, todos los niños recibieron una tacita donde le servían, pero Paola recibió una mamadera y de allí debió beber, lo que le costó nuevas burlas.

Conforme los días pasaban las acciones se volvían a repetir. Paola suplicaba a su madre que le quitara el castigo, juraba que había aprendido la lección y que estaba arrepentida. Sin embargo Flavia siguió adelante con lo planeado y de hecho puso en marcha la segunda parte del castigo.

 Sin que Paola se enterara, su madre le dio a la maestra un poderoso laxante que debía poner dentro de la leche.

Así fue llegado el momento y sin saberlo la adolescente ingirió todo el contenido de la mamadera junto al laxante. Luego de media hora el medicamente comenzó a hacer efecto. Paola suplicó a la maestra que le permitiera utilizar el baño pero ésta se lo negó como siempre. La joven no aguantó más y soltó todo el popo acumulado inundando todo el pañal. Sus compañeros volvieron a reírse y burlarse al darse cuenta de lo sucedido. Nuevamente la llevaron a una sala contigua para limpiarla.

-No te preocupes, son cosas que le pasan siempre a los bebes –dijo la maestra con tono maternal en el camino y al mismo tiempo le daba palmadas en la cola aplastando más el popo.

Como los días anteriores fue recostada, limpiada, llenada de talco y vuelto a colocar un nuevo pañal.

Los días pasaron y cada nuevo día en el jardín Paola sufría lo mismo, para colmó sin saberlo seguía tomado el laxante y haciéndose popo frente a todos los niños. Por otra parte su madre notó que su actitud ya era otra, por lo tanto llegado a las dos semanas decidió levantar el castigo.

-Mañana va a ser tú último día en el jardín. Pero –advirtió -.Si volver a tus antiguos caprichos voy a imponerte un nuevo castigo y cada vez va a ser peor.

La niña juró un cambió rotundo y su madre le creyó.

Al día siguiente, sabiendo que su castigo finalizaba se dedicó a disfrutar del día en el jardín y del trato que le daban más allá de las burlas. Hablaba como bebé, y se ponía a llorar cuando necesitaba un cambio de pañal. Tomaba la mamadera y lo disfrutaba, y luego se divirtió junto a los otros  niños dibujando, aprendiendo o escuchando atentamente los cuentos que la maestra les leía.

Finalizado el castigo Paola regresó a su escuela normal, se sentía un poco triste en ese lugar, sabía que bien que los profesores que tenía no serían tan dulces como la maestra del jardín que diariamente la había tratado como una bebita.

 

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