miércoles, 27 de mayo de 2015


No seas machista

 

Mario era el típico chico machista, siempre consideraba que las mujeres estaban por debajo de los varones, y se encargaba de remarcarlo con cometarios o actitudes. Sus compañeras de la facultad ya estaban hartas de las diferencias que hacía.

Colmó el vaso cuando una compañera llevó su bebé a la universidad y el desubicado exclamó:

-¡Que bebé más feo! Se nota que salió a vos.

A partir de ese momento optaron por ignorarlo y no volver a dirigirle la palabra. Pero Felicia, la madre del bebé, pensaba que merecía un escarmiento peor, un escarmiento que le enseñara a respetar a los demás y por sobre todo un escarmiento que le enseñara a respetar a las mujeres. Meditó durante muchos días cual sería un castigo ejemplar. Una noche calmando a su bebé que no paraba de llorar, tuvo una idea que creyó genial, difícil de llevar cabo pero no imposible. Poco a poco fue resolviendo todos los inconvenientes que pensaba que podría llegar a tener, y cuando hubo terminado rio a carcajadas imaginando lo que le esperaba a Mario.

Se puso de acuerdo con sus amigas de la facultad y una noche a la salida pusieron en marcha el gran plan. Tomaron por sorpresa el insoportable joven, lo durmieron con cloroformo, lo subieron a un auto y se lo llevaron.

Cuando Mario despertó se encontraba atado de pies y manos en una habitación completamente oscura.

-¡¿Qué es esto?! –gritó intentando mostrar valentía pero el temor se notaba  en el timbre de su voz.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad divisó frente a él, unas cinco figuras aunque le resultaba imposible diferenciar si se trataba de hombres o mujeres.

-Comienza el proceso de reeducación –exclamó una de las sombras.

Dieron unos pasos hacia adelante, Mario sintió un gran temor por lo cual se le hizo imposible controlar su vejiga y como resultado mojó sus pantalones dejando además un pequeño charco amarillento a su lado.

-¿Ven? Les dije que era un bebé –se burló la misma persona que a esa altura se notaba por la voz que era una mujer.

Hizo una leve seña con su mano y dos se abalanzaron contra el joven y en un abrir y cerrar de ojos lequitaron toda la ropa y le colocaron un enorme pañal blanco. Risas al por mayor resonaron en la habitación mientras que el joven avergonzado y atemorizado empezó a llorar.

-¡Pobre bebé! –exclamó otra voz y le colocó un chupete en la boca.

Pero la humillación estaba lejos de terminar, mientras unas sombras le cambiaban el peinado a un estilo más femenino y como frutilla de postre le ponían una hebilla con forma de flor, otras le colocaban un poco de maquillaje en el rostro. Cuando finalizaron siguieron con el siguiente paso de su plan, le quitaron todo el bello del cuerpo con cera y fue entonces que procedieron a vestirlo. Le pusieron unas medias de mujer de color rosa.Luego, le acercaron la que sería su ropa, un infantil vestido del mismo color que las medias. Tenía muchos moños y voladitas en las mangas, en el cuello, y en la parte de la falda.

En cualquier otra situación Mario se hubiera resistido a algo tan humillante pero en este caso aún estaba intimidado y con miedo es por ello que no puso la menor resistencia cuando le colocaron el vestido. Las sombras se alejaron para ver su obra maestra. El chico estaba sentado en el piso con las piernas abiertas, debido a que no podíacerrarlas por el abultado pañal, éste sobresalía por debajo del vestido ya que no lo tapaba en su totalidad. La cara con un leve maquillaje, pelo peinado a manera femenina, era la viva imagen de una bebé.

Para muchos si se finalizaba allí el castigo era más que suficiente, sin embargo Felicia quería llegar hasta las últimas consecuencias fueran cual fueran. Le colocó una correa de perro y con una cadena lo llevaba de un lado a otro de la habitación como si se tratara de un perro, Mario estaba entregado no había nada a lo cual se resistiera, el miedo era mayor.

Las risas de los allí presente eran como taladros en la sien del joven, fue tanta la vergüenza que sintió que nuevamente no pudo controlarse y en esta vez lo que evacuó fue sus intestinos, llenando todo el pañal de abundante popo.

-Pero que bebé tan cochino –exclamó Felicia percatándose de lo que había sucedido y dándole palmadas en la parte trasera del pañal y aplastándole toda la caca en la cola.

La mujer lo hizo pararse y le dio una escoba.

-Se una buena niña, y barré –exigió.

Mario con todo el pañal cargado obedeció y se puso a barrer el suelo, así estuvo un buen rato mientras las sombras solo se limitaban a mirarlo, poco a poco la habitación se fue llenando del mal olor que salía del pañal.

-Muy bien ya vamos a sacarte ese pañal sucio. Di con voz de niña pequeña que te cambiemos.

-Por favor cámbienme el pañal –pidió imitando lo mejor que pudo la voz de una niña. Otra vez las risas.

Felicia lo guio con la correa. Lo recostó en un cambiador plástico. Le quitó el pañal, lo limpió, lo lavó, y volvió a ponerle otro pañal. Hecho esto lo llevó, nuevamente con la correa, hasta un sillón, ella se sentó y lo recostó sobre su regazó.

-Debes tener hambre de después de tanto trabajo, veni hermosa –mientras Felicia decía esto se desprendía el corpiño y le ofrecía el pecho.

Por primera vez Mario se negó y eso le costó caro ya que la mujer lo dio vuelta y empezó a nalguearlo con fuerza en la cola, así estuvo varios minutos, incluso las otras sombras se acercaron para darle golpes en la cola.

-Bebita mala –le decían.

Terminado el castigo Felicia volvió a ofrecerle el pecho, esta vez Mario no opuso resistencia y empezó a succionar del cual salió leche con un sabor rancio que le produjo asco, pero Felicia no dejaba que se alejara del pezón y lo obligaba a seguir bebiendo. Con el correr de los minutos el sabor comenzó a cambiar y si bien no era agradable tampoco le costaba tragarlo. Luego de unos minutos pasó al otro pecho y continuó igual.

Cuando terminó el almuerzo, la mujer lo volteó y le dio unos golpecitos en la espalda para que eructara. Por último, de la correa, lo llevó hasta una cuna enorme y allí lo hizo dormir, cosa que sucedió rápido debido al cansancio que Mario tenía.

Mientras descansaba las mujeres juntaron popo de perro y se lo colocaron dentro del pañal sin que el joven se percatara. Al despertar sintió el mal olor y la incomodidad, se puso a llorar sin poder controlarse mientras las mujeres reían a carcajadas.

-Pobrecita, se ha ensuciado de nuevo –decía una.

-Es una bebé muy sucia –exclamaba otra.

-Y muy llorona –finalizó Felicia mientras le colocaba el chupete en la boca.

Y las burlas continuaban, después de ello lo obligaron a jugar con juguetes de bebé un buen rato sin cambiarle el pañal. Cuando se sintieron satisfechas le colocaron un nuevo pañal limpio y volvieron a dormirlo con cloroformo. Lo subieron al auto y cuando ya estaba un poco más despierto, Felicia se le acercó al oído y exclamó:

-Respeta a las mujeres.

 Lo bajaron en la calle y se fueron. El pobre joven con pañal y un vestido rosa acuesta tuvo que caminar hasta llegar a su casa.

El castigo había terminado, desde aquel día Mario cambió rotundamente, siempre hablaba bien de las mujeres y de los bebes. Felicia y sus amigas quedaron muy satisfechas con la venganza y los resultados, mientras que el joven jamás se enteró de que habían sido sus compañeras de facultad las que lo habían convertido en una hermosa bebita.

viernes, 22 de mayo de 2015

martes, 5 de mayo de 2015


 

Mi relación

 

Esta es mi historia AB, antes que nada les cuento mi nombre es Daniel y cuando esto sucedió llevaba diez años de novio con Florencia mi única novia de toda la vida. Sin embargo en ese entonces nuestra relación iba de mal en peor al punto tal que ambos sabíamos que podía terminarse todo de un momento a otro.

Con la esperanza de evitar ese fin trágico le prepuse irnos por unos diez días de vacaciones a una cabaña alejada de la ciudad, aceptó y emprendimos el viaje.

Durante el recorrido le explicaba cuanto la quería, y cuanto deseaba que siguiéramos juntos, pero ella solo respondía con monosílabos y demostraba menos interés que yo en que la relación continuara, aun así no pensaba en darme por vencido tenía diez días para salvar mi relación.

El primer día transcurrió con normalidad, no peleábamos pero ella seguía demostrando la misma frialdad. Por la tarde salí a caminar para despejar mi mente, cuando regresé me encontré con que Florencia estaba mirando algo en la computadora, pero al verme la apagó y no me dijo que veía.

No fue algo que me importara y así que lo ignoré y me dirigí al baño, tenía ganas de evacuar mis intestinos. Cuando salí me ocurrió lo primero extraño, mejor dicho sucedió el primer comportamiento extraño de Florencia. Estaba parada en medio de la cocina y me miraba de forma extraña, yo diría… con ternura.

-¿Qué hiciste en el baño, mi amor? –preguntó.

-Tenía… que ir –expliqué un poco avergonzado.

-¿Hiciste popo?

-Sí –repliqué, sentía mi cara arder de la vergüenza.

-¿Y te limpiaste bien?

-Desde luego.

-¿Seguro? ¿No quieres que te revise?

-No –respondí espantado.

-Muy bien mi vida –exclamó al tiempo que me acariciaba la cabeza –.Me voy a bañar.

Me dejó atónito, no entendía nada de lo que había sucedido pero pronto todo cobraría sentido.

Por la noche intenté tener algún tipo de cercamiento más íntimo, pero me rechazó acusando que estaba cansada, no insistí aún tenía varios días por delante para mejorar la relación.

Al día siguiente cuando me levanté Florencia no estaba, por un instante mi corazón se detuvo pensando que había decidido regresar a su casa, pero al ver que sus valijas estaban en la cabaña me tranquilicé. Regresó pasado el mediodía cargando una gran cantidad de bolsas. Cuando lo pregunté por ellas me dije que ya vería. Me entusiasmé de a poco ella iba mostrando más emoción y entusiasmo.

Me fui a bañar, y allí sucedió el segundo acontecimiento extraño. Florencia ingresó tomó el jabón y comenzó a lavarme. Cuando le insté para que ella ingresara a la ducha solo respondió.

-Shh, pórtate bien –y me dio un golpecito en la cola.

Una vez que se aseguró que estaba limpio, cerró la ducha y me ayudó primero a secarme y luego a vestirme. La verdad es que estaba muy confundido, pero créanme esto recién estaba comenzando.

Intenté no pensar mucho o tratar de encontrar sentido a lo ocurrido por la mañana, más bien me concentré en la sorpresa que había prometido para la noche. Cuando finalmente el sol se fue a dormir me encontraba en la cama. Florencia ingresó con un enorme paquete en la mano.

-Quítate la ropa –me pidió con dulzura.

Desde luego obedecí.

-Acóstate boca arriba.

Nuevamente no me resistí. Fue allí cuando comenzó a sacar cosas del paquete, pero no llegaba a ver que era. Me incorporé un poco para observar mejor. Pero Florencia me volvió a recostar con delicadeza.

-No, bebé –me dijo -.Cierra los ojos.

Obedecí e inmediatamente sentí que rociaba mis partes íntimas y mi cola con algo, luego acomodaba algo debajo de mí, se oía como si se tratara de algo plástico como una bolsa, inmediatamente tomó ese “algo” y lo cerró fon fuerza a la altura de mi abdomen. Ya no pude aguatar más abrí los ojos y vi. Eso que me había rociado era talco, y ese “algo” que me había puesto era un enorme pañal. No podía creer lo que estaba sucediendo, mucho menos lo que veía.

-¿Qué… es esto? –pregunté con la esperanza de oír alguna explicación razonable.

-Recién ayer me di cuenta de lo tierno que sos –eso no era una explicación razonable.

-Pero Flor ¿Qué es todo esto?

-Algo que quiero intentar, ¿me dejas?

Estaba desesperado por salvar mi relación por lo tanto no me opuse. Pensé que era el inicio de un juego por eso permití que continuara. Me levanté a pedido de ella y en esta ocasión me colocó un enterito lleno de dibujos infantiles. La verdad es que me sentía muy tonto pero Florencia no paraba de sonreír con dulzura.

-Ya estás listo –exclamó arreglándome un poco la ropa.

Pensé que en ese momento pasaríamos algo más íntimo, pero no fue así.

-Ya estás listo para ir a dormir.

-¿Qué? –pregunté sorprendido.

-Que ya es hora de ir a dormir, bebé –respondió con naturalidad, me acomodó en la cama y luego me acurrucó con las sabanas.

No podía creer lo que estaba viviendo, ella se acostó a mi lado y comenzó a cantarme una canción de cuna para que me duerma pero no se me acercó. Aquella noche tardé en dormirme, primero por la situación, segundo por la incomodidad de la ropa y tercero pero los ruidos que hacía el pañal cada vez que me movía. Pero de alguna forma finalmente pudo conciliar el sueño.

Cuando desperté Florencia ya no estaba en la cama me levanté y me dirigí a la cocina, caminaba con dificultad debido al holgado pañal. Mi novia estaba preparando el desayuno.

-Buen día, mi amor –me regaló una gran sonrisa.

-Buen día –me senté en una silla.

-Allí no –exclamó -.Acá –señaló una sillita alta de bebé.

-¿Qué? –pregunté alarmado -.Mira lo de anoche fue raro pero lo permití pero esto no puede continuar porque…

-Shh –me calló colocándome un chupete en la boca -. Sé un bebé obediente.

-¿Qué es todo esto? –me quité el chupete.

-No hagas que mami se enoje –me volvió a colocar el chupete y por alguna razón tuve miedo de desobedecerla.

Mi desayuno consistió en una papilla que debí comer con un babero y aguardar que sea Florencia la que me la dé y una mamadera llena de leche. Me sentía tan ridículo y más frente a mi novia, sin embargo ella parecía estar disfrutando de cada segundo.

Terminado el desayuno sentí la urgencia de ir al baño, me bajé de la silla y me dirigí hacia ese lugar, pero cuando alcancé la puerta me encontré con que ésta estaba cerrada.

-¿Qué pasa, mi amor? –me  preguntó mi novia.

-La puerta está cerrada.

-¿Para qué quieres el baño? Si tienes el pañal.

Sentí como mi cara ardía en llamas.

-¡No! –grité -.Hasta acá llegué. De ninguna manera voy a hacer lo que estas sugiriendo.

Su expresión se modificó al instante, me tomó de la muñeca y de un fuerte tirón me llevó hacia ella, se sentó y me colocó encima de su regazó, desabrochó el mameluco, me quitó el pañal y comenzó a nalguearme con tal fuerza que me era imposible no gritar de dolor. Terminado el castigo volvió a colocarme la ropa.

-Espero que de ahora en más seas un buen bebé, no quiero tener que volver a repetir esto.

La verdad es que yo tampoco lo deseaba, por ello ya no me resistí más a sus deseos. No obstante no quería hacer mis necesidades en el pañal, me negaba a aquello, pero con el avanzar del tiempo las ganas aumentaban y la posibilidad de que Florencia me permitiera entrar al baño era nula. No entendía porque hacía esto, no entendía que era lo que buscaba, ¿humillarme? Si era eso ya no era necesario más, lo había conseguido.

 

Mientras todo eso pasaba por mi cabeza mi voluntad flaqueó, más bien mi vejiga lo hizo y el pañal se llenó de pipi, luego fue el turno de mis intestinos y al pañal húmedo se le añadió una gran cantidad de popo. Poco a poco el mal olor invadió la habitación. Estoy seguro de que Florencia se percató de lo que había sucedido sin embargo se hizo la distraída de manera de dejarme así sucio durante un buen rato. La situación finalmente me superó y comencé a llorar, estoy seguro de que si había un espejo en aquel lugar hubiera sido la viva imagen de un bebé, llorando, vestido con ropas infantiles, y con un pañal que estaba a punto de estallar.

Fue en ese momento que Florencia se me acercó, tiró de la parte de atrás del pañal y miró.

-Umh, me parece que este bebé embarró su pañal –exclamó.

Me tomó de la mano y me llevó hasta la habitación. La verdad es que me costó mucho caminar por lo abultado de mi pañal y por lo lleno que estaba. En el lugar me recostó sobre la cama, desprendió el mameluco y luego hizo lo mismo con el pañal, lo botó a la basura, me limpió con mucho cuidado con toallitas húmedas y luego me colocó un nuevo pañal. Era obvio que de esta forma estaría el resto de los días, por eso tomé la decisión de preguntarle.

-¿Por qué, Florencia? Al menos dame una explicación.

La pregunta la tomó por sorpresa. Pero luego de unos segundos habló.

-Lo vi en internet y quería probarlo. Pensé que quizás podía ser una forma de volver a acercarnos.

La respuesta me alarmó, de esta forma ella estaba intentando volver a recomponer nuestra relación, algo que yo también intentaba. Por eso decidí que si éste era su método lo seguiría.

A partir de aquel momento me comporté como un bebé: me mostraba alegre cuando jugaba con juguetes infantiles, me dormía con un chupete en la boca o chupando mi dedo gordo, mojaba y embarraba mi pañal bastante seguido y para señalar que necesitaba un cambio me ponía a llorar, disfrutaba comer papilla que me preparaba Florencia o tomar leche tibia en la mamadera, incluso accedí a hablar como un bebé y llamarla “mami”. Todo aquello fue difícil al principio pero la verdad poco a poco se me fue facilitando y lo que más disfrutaba era tener a Florencia cerca y siempre atenta a satisfacer todas mis necesidades de bebé. Ella disfrutaba de cada segundo en que yo actuaba como un pequeño infante y la hice feliz… pero solo durante esos días.

Al finalizar ese viaje nos dimos cuenta de que lo nuestro no funcionaria, yo buscaba una novia no una “mami” y ella buscaba un adulto que se comportara como un bebé no un novio. Por ello con todo el dolor del mundo nos separamos. Pero nunca voy a olvidar aquellos diez días en me transformé, para intentar salvar mi relación, en un tierno bebé.