BadBoy
Federico García era una terrible persona, aquellos que llegaban a conocerlo
aseguraban, sin miedo a equivocarse, que era el peor ser humano que conocieron.
Era soberbio, engreído, mujeriego y un sinfín de etcéteras que no hace más que
acrecentar su conjunto de malos adjetivos.
En la empresa en que trabajaba tenía un puesto jerárquico que había
conseguido, no por méritos propios, sino a base de traiciones y engaños. Desde
ese lugar que consideraba especial acosaba a sus compañeras, asegurándoles un
buen futuro laboral si accedían a salir con él, o lo contrario si se negaban. Todas
las mujeres estaban alertadas e intentaban alejarse de él cada vez que lo
veían.
Entre esos días comenzó a trabajar Laura, una bella joven con un gran
curriculum. Era amable, dulce y buena compañera. Desde luego Federico no tardó
en intentar seducirla, y como tantas veces había hecho, trató de seducirla con
la promesa de un próspero futuro laboral. Las compañeras de Laura le
advirtieron de que clase de hombre era Federico.
-¿Tan malo es en verdad? –preguntó.
-Peor de lo que te imaginas –respondió una de sus compañeras.
-Quizás yo lo pueda hacer cambiar.
En ese momento las demás mujeres no entendieron a qué se refería Laura,
pensaron que se trataba de una jovencita ingenua, soñadora, que podía cambiar
“al chico malo” y convertirlo en un hombre de bien. Pero nada más alejado de la
realidad, lo que Laura tenía en mente era otra cosa. No perdió tiempo y
preguntó a cuantos pudo si de verdad Federico era tal cual se lo habían
descripto, cuando no tuvo dudas de que clase de hombre era, puso en marcha su
plan.
Esperó a que él diera el primer paso. Una fría mañana cuando la invitó a
cenar, ella aceptó. Durante la comida se mostró interesada en todo lo que
Federico contaba, e incluso se las arregló para sonreír cuando tiraba algún
comentario desubicado.
-Y ahora ¿Qué quieres hacer? –pregunto el joven cuando salieron del
restaurant.
-Es temprano, vamos a mi casa a tomar algo y… divertirnos.
-Desde luego, señorita –respondió con una desagradable sonrisa.
Ya en casa de Laura, ésta hizo que Federico siguiera bebiendo y de esta
forma este menos lucido, mientras ella solo fingía hacerlo. Cuando el joven ya
no sabía ni donde estaba parado, ella sonrió y dijo.
-Empieza ahora.
Laura lo llevó a una habitación y eso fue lo último que recordó Federico
antes de caer dormido por la borrachera.
Al día siguiente se despertó. El dolor de cabeza era muy fuerte y tardó
unos cuantos minutos en poder abrir los ojos. Cuando lo hizo no podía creer lo
que veía. Llevaba puesto un enterito de color azul y dibujos infantiles de
osos. Miró a su alrededor estaba acostado en una cuna de bebé, y esposado a una
de las barandas. Intentó soltarse pero no lo logró aunque pudo incorporarse,
tocó por debajo del enterito, no estaba seguro pero creía que llevaba puesto un
pañal.
Observó a su alrededor, era la habitación típica de un bebé, juguetes,
cambiador, pila de pañales y talco.
-¿Qué es esta locura? –exclamó nervioso y confundido.
Fue en ese instante en que Laura ingresó a la habitación.
-Hola bebé ¿Cómo dormiste? –preguntó mientras le acariciaba la cabeza en
forma tierna.
-¿Qué es esto, loca? ¡Desquiciada!
-A mami no le gusta que le hables así.
-¡Loca, más vale por tu bien que me sueltes! –la amenazó.
-Veo que te levantaste de mal humor –lo tocó en la entrepierna -.Pero no
estas mojado entonces ¿por qué lloras tanto?
-¡¿Qué?! ¡¿No entiendes?! ¡Suéltame!
-Ahhh que mal día tenemos.
La mujer tomó un chupete y se lo colocó en la boca, y para que no se lo
saque lo agarró a un elástico y se lo pasó por atrás de la cabeza. Federico
intentó hablar pero le fue imposible, al contrario balbuceaba y eso lo asemejó
más aún bebé, por ello Laura lo acariciaba en la cabeza, sonreía con dulzura y
le hablaba como si fuera un bebé.
Luego de un rato lo dejó solo. Federico intentó nuevamente liberarse pero
le fue imposible, estaba muy bien sujeto. A medida que pasaban los minutos
comenzó a sentir una fuerte ganas de orinar, producto de todo lo bebido la
noche anterior, quiso gritar pero el chupete en su boca se lo impidió. Después
de resistir durante un buen rato, finalmente perdió la lucha y el pis se liberó
sin control. Inmediatamente revisó el colchón, ni una gota. Eso le confirmó lo
que pensaba, tenía puesto un pañal, que ahora estaba húmedo y muy pesado.
Maldijo a más no poder, hasta que se agotó y volvió a dormirse.
Despertó en la misma realidad que en la que se había dormido, se sentía
incómodo, le ardía la cola. Se desprendió el enterito y luego el pañal, estaba
muy húmedo. Laura ingresó y lo observó.
-No, bebe. Mami te cambia.
La mujer terminó de quitarle el pañal húmedo, le revisó la cola y la vio
paspada, le colocó una pomada, luego talco, un nuevo pañal y volvió a cerrar el
enterito. Federico a todo esto se resistía pero aun así no logró evitarlo.
-Ya está, sequito y limpito. Ahora es hora de comer.
Le ató un babero y le quitó el chupete de la boca, fue en ese instante que
volvieron los insultos de parte del hombre, Laura volvió a colocarle el
chupete.
-No vas a comer, hasta que te portes como un buen bebé –exclamó molesta y
se retiró.
Al día siguiente los acontecimientos se repitieron. Hubo cambio de pañales
un par de veces, pero cada vez que Laura le quitaba el chupete Federico
aprovechaba para insultarla, así que por segundo día consecutivo se quedó sin
comer.
El tercer día las cosas cambiaron. Federico se moría de hambre y esperaba
ansioso el ingreso de Laura. Cuando esto sucedió y fue liberado de su chupete
se mantuvo callado a la expectativa de ser alimentado.
-Has sido un mal bebé. Mami está muy enojada.
-¡Por favor! -dijo casi llorando.
-Las lágrimas no sirven con mami.
-¡Lo siento! –continuaba llorando.
-Ahhh, ¡que tierno! Está bien mami te perdona –lo acariciaba en la cabeza.
Laura tomó un plato con papilla y comenzó a alimentarlo, con el hambre que
el joven tenía se devoró todo sin pensarlo, y luego se bebió una mamadera
entera con leche pura.
La mujer lo palpó entre las piernas y sintió el pañal húmedo también olía
mal. Sonrió levemente para que Federico no lo advirtiera. Tomó las cosas
necesarias para comenzar a cambiarlo.
-Buen bebé, buen bebé –repetía constantemente mientras lo limpiaba o
colocaba el nuevo pañal, el chico ya no se resistía o insultaba, solamente
esperaba a que la mujer terminara de asearlo.
Laura juntó algunos juguetes del suelo y los esparció por toda la cuna,
mientras sonreía con una mezcla de dulzura y ternura.
-Hoy fuiste un buen bebé, así que vas a poder jugar todo lo que quieras,
diviértete –dicho esto giró sobre sus talones y salió de la habitación.
Federico miró a su alrededor, osos de peluches, autos, y algunos bebotes y
barbies lo acompañaban. No podía creer lo que estaba viviendo, él, el hombre
que había tenido cientos de mujeres y era el galán de la oficina llevaba
viviendo tres días como bebe. No sabía cuánto más duraría esto pero ya no lo
toleraba, pero era poco lo que podía hacer, aferró algunos juguetes y los
arrojó fuera de la cuna. Sin embargo después de un rato los que aún permanecían
en su poder fueron su única fuente de diversión. Ideó algunos juegos que en
otro momento le hubiera parecido tontos o aburridos, pero en aquel momento le
ayudaba a matar el tiempo, que transcurría lento, casi inamovible.
Llegada la noche Laura ingresó nuevamente a la habitación con una esponja y
una palangana con agua. Sin mediar palabra le quitó toda la ropa a su “bebé” y
lo lavó integro si moverlo de la cuna. Le colocó un nuevo pañal y volvió a
vestirlo, en este caso con un enterito rosa. Federico estaba muy débil y
cansado para oponerse, simplemente ya se prestaba para cualquier práctica
humillante que aquella mujer planeara para él.
Después de cinco días de una rutina repetida, Federico tenía serios
problemas para controlar su vejiga, varias veces en la noche se despertaba para
descubrir su pañal pesado y húmedo. Se figuró que podía tratarse de una
infección, pero ya poco importaba su anterior vida parecía estar desapareciendo
con la muerte de cada nueva hora. El día lo pasaba divirtiéndose, en cierta
forma, con los juguetes que su “mami” le proveía. Mientras se comportara bien
(es decir como bebé) Laura era amable, caso contrario sabía muy bien como
castigarlo, como dejándolo sin comer todo un día. A las diecinueve en punto la
mujer entraba a la habitación para darle el baño habitual, así transcurrían los
días rutinarios y aburridos.
Pasadas dos semanas Federico no se sentía cómodo con su situación pero poco
a poco comenzaba a adaptarse a esta nueva vida, la vida de un bebé, era vestido
como tal, tratado como tal y hasta le hablaban como tal. Nada de eso le
agradaba, pero era su nueva realidad y no quedaba otra que intentar llevarla lo
mejor posible.
-¿Por qué me haces esto? –preguntó en distintas ocasiones a su mamá.
-Porque toda tu vida fuiste un mal bebe –era siempre su respuesta –Mami te
reeduca.
Uno de esos días Laura ingresó a la habitación como muchas otras veces, y
sin mediar palabra liberó a Federico de sus ataduras, bajó las rejas de cuna,
lo tomó de la mano y lo sentó en el suelo. Armó un corralito a su alrededor y
tomó lugar a su lado.
-¿Vamos a jugar? –le dijo.
El hombre solo asintió con la cabeza, y tomaron unos juguetes.
-Pero ¿Qué estoy haciendo? –se dijo después de unos minutos de diversión.
-Estamos jugando, bebé.
-¡No soy un bebé, soy un hombre adulto!
-No, sos un bebé.
-¡Claro que no! Y ahora que me soltaste me voy a ir.
-Y ¿Qué te detiene?
-Nada.
Federico se quitó toda la ropa, y se colocó su ropa de adulto que se
encontraba en la habitación. Llegó hasta la puerta y miró a la mujer que le
habló.
-¿A dónde vas así? –le preguntó.
-¿Qué?
-Te pregunto ¿A dónde vas así? –señaló sus pantalones.
Federico miró hacia abajo sus pantalones estaban todos mojados por pis,
recién allí cayó en cuenta de que aún descargaba una gran cantidad de líquido
amarillo y ni siquiera se había percatado. Lo único que pudo hacer es ponerse a
llorar.
-No, no, mi amor. No llores acá esta mami –exclamó Laura poniéndose de pie
y abrazándolo –No llores, mami te va a cambiar.
Lo recostó en el suelo donde había un cambiador, le sacó la ropa, lo limpio
con toallitas húmedas, lo roció con talco, y le colocó un pañal bien ajustado y
luego el enterito rosa, mientras Federico se chupaba el dedo gordo. Después de
eso jugaron todo el día. Llegada la noche Laura acostó a su bebé en la cuna, le
cantó una dulce canción y lo hizo dormir.
Nunca más nadie volvió a ver a Federico, algunos sostienen que se
arrepintió de su vida pasada y avergonzado se mudó de ciudad. Otros dicen que,
reformado, se casó con Laura y se fueron a vivir al extranjero. Pero la mayoría
dice que en realidad vivió tranquilamente el resto de sus días como un buen
bebé.
1 comentario:
Hola leí tu historia me pareció increíble con muy buena trama y sobre todo muy bien contada, gracias por tu aporte
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