sábado, 31 de enero de 2015


 

Un episodio desafortunado

 

Esto que voy a contarles me sucedió hace ya un año. Como cualquier otro día me dirigía a la escuela, intentando ponerle la mejor onda a la situación ya que sabía que sería un día largo, puesto que después de clase, un grupo de amigas y yo íbamos a ir a la casa de una de ellas para realizar un trabajo práctico que debíamos entregar al día siguiente.

Como imaginaba el día se hizo interminable y finalmente tocó el timbre que indicaba el fin de las clases. Salí junto a mis amigas y comenzamos a caminar rumbo a la casa de Mariana donde nos juntaríamos.

En el trayecto me compré un alfajor para engañar el estómago y que no me diera tanta hambre. El caso es que al parecer no estaba en muy buen estado y comenzó a afectarme. Aún caminábamos cuando comencé a sentir unos dolorosos cólicos en la panza. Se me hacía complicado seguirles el paso a mis amigas al tiempo que la dolencia crecía, comencé a transpirar y ya se me hacía difícil hasta caminar. Mis amigas, que notaban mi rara actitud, me preguntaron que me sucedía pero yo les indicaba que todo estaba bien con algún gesto.

Tres cuadras antes de llegar a nuestro destino el dolor se volvió terrible y ya no pude resistir más y una gran cantidad de popo salió de adentro mío. Me quedé parada sin saber qué hacer, quieta, dura, inmóvil. Estaba roja de la vergüenza y sin poder controlarlo también se me escapó el pis, que se manifestó primero en un humedecimiento de mis muslos y pantorrillas y luego en un pequeño charquito en el suelo entre mis piernas.

Mis amigas me miraban con los ojos desorbitados no pudiendo creer lo que veían.

-Vero ¿te hiciste pis? –me preguntó Mariana aun desconcertada.

-Y caca también –admití al tiempo que asentía con la cabeza.

Lo que siguió fue desviarnos un poco del trayecto hasta encontrar un descampado donde tiré mi bombacha (o bragas), no sin antes ver el lamentable estado en que había quedado y continuamos el camino a la casa de mi amiga. Una vez allí me permitió usar la ducha para que pudiera higienizarme bien.

Me quité el uniforme, que por suerte no se había ensuciado, lo acomodé sobre el inodoro y me bañé. El agua caliente hizo que poco a poco me sintiera mejor. Mientras purificaba mi cuerpo, oí un ruido pero no le di importancia. Una vez limpia salí y me encontré que mi ropa no estaba. Me sequé con un toallón y lo até a la altura de mi pecho para cubrirme. Abrí la puerta del baño y asomé la cabeza un poco, vi el largo pasillo, que conectaba los distintos ambientes, completamente vacío.

-¿Mariana? –pregunté no muy alto, al no hallar respuesta volví a llamarla.

-En mi habitación –me respondió al fin -.Entra.

Transité los cinco pasos que nos distanciaban e ingresé un poco avergonzada ya que me hallaba sin ropa. Dentro se encontraban todas mis amigas que me miraban de una forma rara, con cierta… ternura en sus ojos. Mariana se adelantó me tomó por los hombre y dijo.

-Vero lo que pasó fue horrible, pero ya está. Prometemos que va a quedar entre nosotras y nadie lo va a saber –sentí un gran alivio al oír eso. Miré a mis otras amigas y mientras una formaba una cruz con sus dedos a la altura de la boca las otras asentían con la cabeza -.Lo que hay que hacer ahora –continuó Mariana –es hacer el trabajo y te necesitamos en óptimas condiciones así que vístete y arranquemos.

-Sí –respondí con seguridad –sucede que no veo mi ropa.

-Esta sobre mi cama.

Miré y no vi nada tan solo el acolchado rosa que recubría todo y en medio algo blanco, me acerqué más y vi que se trataba de un pañal desechable abierto.

-¿Q… qué es esto? –pregunté nerviosa.

-Lo que dijo Mariana, tenemos que hacer el trabajo y te necesitamos, no podemos interrumpir cada vez que tengas que ir al baño porque no terminamos más –explicó una de mis amigas.

-¡De ninguna manera voy a usar eso! –grité.

Pero todo fue en vano, me tumbaron sobre la cama y se las ingeniaron para colocar el pañal debajo de mí, y mientras dos me sostenían de los brazos y una de las piernas, Mariana me quitó al toallón y me puse el pañal bien ajustado. Era un de bebes que supuse que había conseguido allí ya que la dueña de casa tenía un hermano más chico.

La situación era horrible y en parte por los nervios y en parte porque mi estómago aún no se mejoraba, volvieron los cólicos, pero esta vez con más fuerza y sin poder siquiera poner mínima resistencia embarré totalmente el pañal.

-Vero ¿te volviste a ensuciar? –preguntó una de mis amigas al oler al aire.

No respondí nada, estaba al punto del llanto, me dieron vuelta y una miró por dentro del pañal.

-Sí, se volvió a ensuciar –exclamó al fin.

Me quitaron el pañal sucio, me limpiaron cuidadosamente con toallitas húmedas, me pusieron talco y cerraron un pañal limpio. En este caso no hubo necesidad de que nadie me sostuviera estaba entregada a la terrible situación.

-¿Mejor? –preguntó Mariana, a lo que solo pude responder con un leve movimiento de mi cabeza ya que el nudo que se armó en mi garganta me impedía hablar -.Ya está chiquita, no llores –me dijo -.Comencemos a trabajar.

Y así fue, me dieron mi uniforme el cual me coloqué y arrancamos el bendito trabajo. Al principio me sentía incomoda, pero poco a poco volví a ser la de siempre. Tomé las riendas del asunto como era mi costumbre y avanzamos muchísimo, estaba tan compenetrada en lo que hacía que había olvidado todo el vergonzoso asunto. Después de una hora y media de trabajo decidimos tomar un descanso. Mariana se fue a la cocina a buscar café y galletitas, mientras yo, sentada en el suelo, reposaba mi cabeza en su cama. Había olvidado por completo todo, incluso que llevaba un pañal puesto y ninguna incomodidad me lo recordaba.

Mi amiga regresó cargando una bandeja que llevaba cuatro tazas de café, un plato con galletitas y en medio una mamadera y un babero. No tuve dudas que estos últimos dos eran para mí, por ello me levanté indignada.

-¡Ni lo pienses! –exclamé -.Acepté esto porque lo necesitaba –levanté la pollera del uniforme y señalé el pañal puesto -¡Pero esto ya es mucho!

-¿De verdad? –me respondió con tranquilidad depositando la bandeja sobre una mesa ratona.

-¿De qué hablas?

-De eso –señaló mi pañal.

Miré entre mis piernas y por primera vez caí en la cuenta, el pañal estaba pesado, húmedo y una pequeña mancha amarilla delataba que se me había escapado el pis.

-Pero… cuándo… -solo atiné a balbucear.

-Lo noté hace unos minutos, cuando acordamos un descanso –me explicó al tiempo que me recostaba sobre su cama.

Nuevamente como ya hiciera volvió a cambiarme el pañal, me limpió tiernamente, me roció con talco y me colocó uno nuevo. Después tomó el babero, me lo ató. Me recostó sobre su regazo y me dio a beber de la mamadera. La leche tibia, el cansancio y la descompostura hicieron que de a poco me fuera durmiendo, hasta caer en un profundo sueño.

Cuando desperté ya había caído la noche, consulté mi reloj eran las diecinueve. Me hallaba sola en la habitación, me levanté de la cama y note algo pesado entre mis piernas, miré y vi el pañal nuevamente sucio y mojado.

-¡Otra vez no! –exclamé al tiempo que tomaba mi cabeza.

En ese momento entró Mariana.

-Ah ya te despertaste, ¡qué bueno! Uhm ¿otra vez? –preguntó solo asentí con la cabeza. –No te preocupes, ya te cambió, buscó las cosas necesarias mientras yo me recostaba.

-¿Las chicas ya se fueron? –pregunté mientras me limpiaba la cola.

-Hace un rato, ya terminamos el trabajo –me puso talco.

-Mariana, espera, necesito pedirte un favor.

-¿Qué?

-¿Me prestas algo de tu ropa interior para volver a casa?, no quiero llegar así.

-Vero, sabes que en otras circunstancias lo haría, pero todavía no estás del todo bien –me cerró el pañal nuevo -.Vamos a hacer esto, te voy a dar un pañal extra por si las dudas.

No muy convencida acepté su propuesta, lo guardé en mi mochila y regresé a mi casa, intentando que el pañal no sobresalga por debajo de mi pollera. Al llegar a mi casa lo primero que hice fue encerrarme en mi habitación y examinar cómo estaba. Nada, limpio y seco. Estaba a punto de sacármelo y volver a mi ropa interior normal, pero algo me lo impidió, es difícil de explicar, pero me sentía cómoda con él, e imaginaba que si me lo quitaba me iba a sentir desprotegida. Así que busqué entre mi ropa una pollera más larga que lo disimulara y fui a la cocina a comer con mis padres.

Terminada la cena regresé a mi pieza para volver a revisar el pañal, seguía igual, pero como había transpirado me lo quité y me puse el otro y así dormí toda la noche, bien cómoda. 

Al día siguiente cuando me levanté, volví a revisar mi pañal, de nuevo nada, ya estaba curada. Al principio sentí alegría, pero después un poco de tristeza, ya que al final había disfrutado sentir y que me traten como una bebita.

Tal como lo hiciera el día anterior antes de dormir, decidí ir a la escuela con el pañal puesto. Me aseguré que no se viera y me fui. En la escuela me encontré con mis amigas, tal como lo habían prometido ninguna hizo mención del episodio del día anterior, era como si no hubiera sucedido.

El día trascurrió normal, hasta que una fuerte ganas de hacer pis me invadió, iba a pedir permiso para ir al baño ya que estábamos en clase, pero no fue necesario. Sentada como estaba separé un poco las piernas y deje fluir libremente todo el líquido. Miré disimuladamente temerosa de que algo si hubiera escapado, pero no fue así, todo lo retuvo el pañal. Aquello me hizo sentir tan bien, y reviví cada momento del día anterior, preguntándome cuando volvería a ser la bebita de mis amigas.

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