El anuncio
Cuando llegué a
la puerta dudé varias veces antes de tocar el timbre, finalmente junte todo el
valor que había dentro de mí y lo hice. La respuesta tardó unos segundos en
llegar.
-¿Quién es?
–preguntó una voz dulce de mujer.
Me identifique y me permitió el ingreso. Abrí
la puerta y comencé a transitar un largo y angosto pasillo en la que no cabía
más de una persona. Avancé dubitativo y sintiendo en mi estómago un millón de
mariposas revoloteando. A mitad de camino me detuve, miré hacia un lado y otro
del pasillo. Luego saqué el recorte del diario que me había llevado hasta a
aquel lugar, lo leí dos veces más, lo guardé en el bolsillo del pantalón, tomé
coraje y seguí adelante.
Sobre el final
del pasillo se abrió una puerta de metal y una mujer aguardó por mi arribo. Con
simples palabras y sonrisas nerviosas (más de mi lado) nos saludamos. Me invitó
a pasar al living y nos sentamos en un cómodo sillón. Luego de un incómodo
silencio me ofreció algo para beber, lo cual rechacé.
-Perdóname, no
suelo ser tan callada –me explicó pasado de unos segundos -.Es la primera vez
que hago esto.
-Para mí
también es la primera vez –confesé.
-Entonces lo
mejor es empezar, ¿no te parece? –asentí con la cabeza -.Perfecto, allá –me
señaló un puerta a la izquierda –está mi habitación, anda quítate la ropa y
espérame.
Sin mediar una
palabra más, obedecí. Al ingresar encontré una habitación pequeña con un ropero
de un lado, una ventana del otro y una cama de dos plazas en medio. Me saqué la
ropa y la acomodé con cuidado en una silla y me recosté aún con mi bóxer puesto
debido a que me daba vergüenza quitármelo. La mujer ingresó pasado unos
minutos, cargando un gran bolso el que dejó en el piso a mi lado, me miró con
una sonrisa nerviosa, me quitó el bóxer y lo dejó con el resto de mi ropa. Se
colocó de cuclillas en el suelo y comenzó a sacar cosas que desde mi postura no
lograba ver. Se incorporó y situó debajo de mí un cambiador de plástico. Y
luego un pañal descartable. Me puso talco de bebes en la cola y en la parte de
enfrente, lo esparció con cuidado con la mano y luego subió la parte delantera
del pañal hasta la altura del abdomen y lo cerró con los abrojos asegurándose
que estuviera lo suficientemente ajustado, a continuación tomo un chupete y me
lo puso en la boca.
Volvió a mirarme
y sonreír pero esta vez con una gran ternura. Eso hizo desaparecer todos mis
miedos y nervios y simplemente me deje llevar. Me tomó de la mano para que me
incorpore y me guio a una nueva habitación, con cierta dificultad debido al
pañal, la seguí.
Abrió la puerta
e ingresé a un nuevo mundo, era la habitación de un bebe pero con el tamaño de
un adulto. Las paredes lucían un rosa claro, y adornado con dibujos, sobre un
rincón se hallaba un cambiador con una pila de pañales sobre él y a lado un
tarro de talco. En lado opuesto una cuna con varias frazaditas y por encima
suspendido en el aire un móvil. Al lado una silla mecedora. Y sobre el suelo
una gran sabana con unos cuantos juguetes, un oso de peluche, unos ladrillitos
y otro juego de ingenio. Sin mediar palabra me acerqué a ellos, tomé los dos
primeros y comencé a jugar, mientras mi mamá me miraba desde la puerta.
-Jugá
tranquilo, mi amor, mientras mami hace la comida –me dijo al tiempo que me
acariciaba la cabeza y luego salió de la habitación.
Así permanecí
por lo menos una hora, debo reconocer que el tiempo se me pasó volando. Mami
ingresó me volvió a tomar de la mano para que la siga, dejé mi diversión y
obedecí.
En esta ocasión
me llevó a la cocina y me colocó sobre una silla de bebes, me sentó y luego
puso delante de mí una bandeja de plástico que se ajustaba a la silla. Me sacó
el chupete de la boca y me puso un babero con los dibujos de Mickey Mouse. Se
acercó a la heladera y tomó un plato junto con una cuchara y todo eso lo puse
frente de mí. Allí había una papilla de banana y leche. Mami agarró la cuchara,
tomó un poco de papilla y jugando al avioncito me fue dando de comer. No
recuerdo jamás haber comido algo más delicioso. Cuando terminé me limpió la
boca con el babero. Y volvió a llevarme a mi habitación.
Una vez allí se
sentó en el suelo y me indicó que me recostara en su regazo así lo hice, y
comenzó a darme de beber leche de una mamadera que traía desde la cocina. Al
igual que la comida estaba riquísima y en poco tiempo me bebí todo. Con la
panza llena comencé a adormecerme, mami se dio cuenta de eso y me llevó hasta
mi cuna, me bajó la baranda de seguridad, me ayudó a subir, me acostó, me
arropó, volvió a colocar la baranda, puso en funcionamiento el móvil, apagó la
luz y salió. En pocos minutos, y mirando el móvil, caí en un profundo sueño, como hacía tiempo no
lograba.
Cuando desperté
no estaba seguro de cuánto tiempo había transcurrido, me moví un poco para ver
alrededor y noté mi pañal muy pesado, lo toqué y me di cuenta que estaba muy
húmedo. Jamás antes me había sucedido de mojarme mientras dormía, pero debo
reconocer que en aquellas circunstancias me alegró.
Minutos más
tarde mi mami ingresó, sin mediar palabras, pero siempre con una hermosa
sonrisa, bajo la baranda de la cuna me destapó y me colocó sobre el piso, para
que volviera a jugar, me observó durante un ratito sentada en la silla mecedora
y luego salió.
Algunos minutos
después sentí muchas ganas de hacer popo, me dirigí hacia la puerta para ir al
baño, pero antes de llegar a la perilla me di cuenta que no era necesario,
sonreí volví a mis juguetes, y mientras tanto embarré mi pañal, me sentí tan
bien y liberado que continúe con mi diversión sin importarme la incomodidad.
Cuando mami fue
a verme, dijo.
-Me parece que
alguien necesita un cambio de pañal.
Me recostó
sobre la frazada del suelo, me desabrochó el pañal y me limpió con mucho
cuidado con toallitas húmedas. Cuando estuve bien limpió, me llevó hasta el
baño. Allí me esperaba una bañera con agua bien calentita y llena de juguetes.
Mi mami me bañó y lavó el cabello con mucho amor mientras yo jugaba. Me secó y
una vez más fuimos a mi habitación. Me recostó sobre el suelo, previamente puso
debajo de mí un nuevo pañal, me colocó talco, y volvió a ajustarme bien el
pañal. Luego sacó de uno de los cajones del cambiador un mameluco con dibujos
infantiles, me vistió, lo abrochó en la entrepierna con los botones. Para
finalizar volvió a dejarme en la cuna con el móvil andando. El sueño no tardó
en volver a visitarme.
Al día
siguiente me desperté, el pañal seguía seco. La mujer ingresó y bajó la baranda
de la cuna.
-Es hora –me
confirmó.
Asentí con la
cabeza, me costaba escuchar esas palabras, fui hasta su habitación donde aún
permanecía mi ropa. Dejé el pañal y el mameluco sobre la cama y me vestí una
vez más como un adulto. Sentí dentro una gran tristeza. Antes de salir le eche
una última mirada al pañal. Afuera me encontré con la mujer que me sonrió con
nerviosismo como en el primer día, ya no lo hacía con el amor que demostraba
cuando era un bebe.
Le agradecí,
ambos nos despedimos y emprendí el camino a mi casa. A mitad del pasillo su voz
me detuvo.
-Regresaras
¿verdad? –me preguntó.
-Por supuesto
que si –respondí con franqueza y seguridad.
Giré sobre mis
talones y continúe mi camino. Una vez en la calle, tomé el anuncio de mi
bolsillo y volví a releerlo: “Mamá busca bebe adulto, para tenerlo y tratarlo
durante todo un día como un bebe”. Sonreí y seguí mi camino. Ese fui mi primer
día como bebe, pero no el último.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario