viernes, 30 de enero de 2015


El anuncio

 

Cuando llegué a la puerta dudé varias veces antes de tocar el timbre, finalmente junte todo el valor que había dentro de mí y lo hice. La respuesta tardó unos segundos en llegar.

-¿Quién es? –preguntó una voz dulce de mujer.

 Me identifique y me permitió el ingreso. Abrí la puerta y comencé a transitar un largo y angosto pasillo en la que no cabía más de una persona. Avancé dubitativo y sintiendo en mi estómago un millón de mariposas revoloteando. A mitad de camino me detuve, miré hacia un lado y otro del pasillo. Luego saqué el recorte del diario que me había llevado hasta a aquel lugar, lo leí dos veces más, lo guardé en el bolsillo del pantalón, tomé coraje y seguí adelante.

Sobre el final del pasillo se abrió una puerta de metal y una mujer aguardó por mi arribo. Con simples palabras y sonrisas nerviosas (más de mi lado) nos saludamos. Me invitó a pasar al living y nos sentamos en un cómodo sillón. Luego de un incómodo silencio me ofreció algo para beber, lo cual rechacé.

-Perdóname, no suelo ser tan callada –me explicó pasado de unos segundos -.Es la primera vez que hago esto.

-Para mí también es la primera vez –confesé.

-Entonces lo mejor es empezar, ¿no te parece? –asentí con la cabeza -.Perfecto, allá –me señaló un puerta a la izquierda –está mi habitación, anda quítate la ropa y espérame.

Sin mediar una palabra más, obedecí. Al ingresar encontré una habitación pequeña con un ropero de un lado, una ventana del otro y una cama de dos plazas en medio. Me saqué la ropa y la acomodé con cuidado en una silla y me recosté aún con mi bóxer puesto debido a que me daba vergüenza quitármelo. La mujer ingresó pasado unos minutos, cargando un gran bolso el que dejó en el piso a mi lado, me miró con una sonrisa nerviosa, me quitó el bóxer y lo dejó con el resto de mi ropa. Se colocó de cuclillas en el suelo y comenzó a sacar cosas que desde mi postura no lograba ver. Se incorporó y situó debajo de mí un cambiador de plástico. Y luego un pañal descartable. Me puso talco de bebes en la cola y en la parte de enfrente, lo esparció con cuidado con la mano y luego subió la parte delantera del pañal hasta la altura del abdomen y lo cerró con los abrojos asegurándose que estuviera lo suficientemente ajustado, a continuación tomo un chupete y me lo puso en la boca.

Volvió a mirarme y sonreír pero esta vez con una gran ternura. Eso hizo desaparecer todos mis miedos y nervios y simplemente me deje llevar. Me tomó de la mano para que me incorpore y me guio a una nueva habitación, con cierta dificultad debido al pañal, la seguí.

Abrió la puerta e ingresé a un nuevo mundo, era la habitación de un bebe pero con el tamaño de un adulto. Las paredes lucían un rosa claro, y adornado con dibujos, sobre un rincón se hallaba un cambiador con una pila de pañales sobre él y a lado un tarro de talco. En lado opuesto una cuna con varias frazaditas y por encima suspendido en el aire un móvil. Al lado una silla mecedora. Y sobre el suelo una gran sabana con unos cuantos juguetes, un oso de peluche, unos ladrillitos y otro juego de ingenio. Sin mediar palabra me acerqué a ellos, tomé los dos primeros y comencé a jugar, mientras mi mamá me miraba desde la puerta.

-Jugá tranquilo, mi amor, mientras mami hace la comida –me dijo al tiempo que me acariciaba la cabeza y luego salió de la habitación.

Así permanecí por lo menos una hora, debo reconocer que el tiempo se me pasó volando. Mami ingresó me volvió a tomar de la mano para que la siga, dejé mi diversión y obedecí.

En esta ocasión me llevó a la cocina y me colocó sobre una silla de bebes, me sentó y luego puso delante de mí una bandeja de plástico que se ajustaba a la silla. Me sacó el chupete de la boca y me puso un babero con los dibujos de Mickey Mouse. Se acercó a la heladera y tomó un plato junto con una cuchara y todo eso lo puse frente de mí. Allí había una papilla de banana y leche. Mami agarró la cuchara, tomó un poco de papilla y jugando al avioncito me fue dando de comer. No recuerdo jamás haber comido algo más delicioso. Cuando terminé me limpió la boca con el babero. Y volvió a llevarme a mi habitación.

Una vez allí se sentó en el suelo y me indicó que me recostara en su regazo así lo hice, y comenzó a darme de beber leche de una mamadera que traía desde la cocina. Al igual que la comida estaba riquísima y en poco tiempo me bebí todo. Con la panza llena comencé a adormecerme, mami se dio cuenta de eso y me llevó hasta mi cuna, me bajó la baranda de seguridad, me ayudó a subir, me acostó, me arropó, volvió a colocar la baranda, puso en funcionamiento el móvil, apagó la luz y salió. En pocos minutos, y mirando el móvil, caí  en un profundo sueño, como hacía tiempo no lograba.

Cuando desperté no estaba seguro de cuánto tiempo había transcurrido, me moví un poco para ver alrededor y noté mi pañal muy pesado, lo toqué y me di cuenta que estaba muy húmedo. Jamás antes me había sucedido de mojarme mientras dormía, pero debo reconocer que en aquellas circunstancias me alegró.

Minutos más tarde mi mami ingresó, sin mediar palabras, pero siempre con una hermosa sonrisa, bajo la baranda de la cuna me destapó y me colocó sobre el piso, para que volviera a jugar, me observó durante un ratito sentada en la silla mecedora y luego salió.

Algunos minutos después sentí muchas ganas de hacer popo, me dirigí hacia la puerta para ir al baño, pero antes de llegar a la perilla me di cuenta que no era necesario, sonreí volví a mis juguetes, y mientras tanto embarré mi pañal, me sentí tan bien y liberado que continúe con mi diversión sin importarme la incomodidad.

Cuando mami fue a verme, dijo.

-Me parece que alguien necesita un cambio de pañal.

Me recostó sobre la frazada del suelo, me desabrochó el pañal y me limpió con mucho cuidado con toallitas húmedas. Cuando estuve bien limpió, me llevó hasta el baño. Allí me esperaba una bañera con agua bien calentita y llena de juguetes. Mi mami me bañó y lavó el cabello con mucho amor mientras yo jugaba. Me secó y una vez más fuimos a mi habitación. Me recostó sobre el suelo, previamente puso debajo de mí un nuevo pañal, me colocó talco, y volvió a ajustarme bien el pañal. Luego sacó de uno de los cajones del cambiador un mameluco con dibujos infantiles, me vistió, lo abrochó en la entrepierna con los botones. Para finalizar volvió a dejarme en la cuna con el móvil andando. El sueño no tardó en volver a visitarme.

Al día siguiente me desperté, el pañal seguía seco. La mujer ingresó y bajó la baranda de la cuna.

-Es hora –me confirmó.

Asentí con la cabeza, me costaba escuchar esas palabras, fui hasta su habitación donde aún permanecía mi ropa. Dejé el pañal y el mameluco sobre la cama y me vestí una vez más como un adulto. Sentí dentro una gran tristeza. Antes de salir le eche una última mirada al pañal. Afuera me encontré con la mujer que me sonrió con nerviosismo como en el primer día, ya no lo hacía con el amor que demostraba cuando era un bebe.

Le agradecí, ambos nos despedimos y emprendí el camino a mi casa. A mitad del pasillo su voz me detuvo.

-Regresaras ¿verdad? –me preguntó.

-Por supuesto que si –respondí con franqueza y seguridad.

Giré sobre mis talones y continúe mi camino. Una vez en la calle, tomé el anuncio de mi bolsillo y volví a releerlo: “Mamá busca bebe adulto, para tenerlo y tratarlo durante todo un día como un bebe”. Sonreí y seguí mi camino. Ese fui mi primer día como bebe, pero no el último.

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