La visita
Mi nombre es Julio y tengo 16 años. Si tuviera que señalar un momento en el
que todo comenzó debería decir que fue cuando Claudia, una amiga de mi mamá,
vino a quedarse unos días con mi familia. Ella y mi mamá se conocían desde la
escuela primaria y desde entonces habían mantenido la relación. Sin embargo
Claudia se fue a vivir a Estados Unidos hace cinco años, y ahora estaba de
visita al país y si iba a quedar con nosotros un par de días.
Francamente la mujer a mí no caía para nada bien, cada vez que me veía me
sonreía de una forma rara, como si se burlara de mí, sumado a que
constantemente me llamaba juli lo que me hacía sentir incomodo ya que sonaba
más como un sobrenombre de mujer de que de hombre. Aunque para mi suerte
centraba casi todo su tiempo en jugar con mi pequeña hermana de ocho meses. Era
obvio que le encantan los bebes.
Así como les relaté fueron transcurriendo los días de su visita, hasta que
en el último día surgió algo que no esperaba. Un familiar que vivía en otra
provincia había enfermado y mis padres debían viajar, y se llevaban con ellos a
mi hermana, sin embargo yo debía quedarme porque tenía que ir a la escuela y ¿a
quién pudieron pedirle que se quede unos días más para cuidarme? Sí, acertaron
a Claudia. Obviamente que me quejé y protesté pero fue en vano, finalmente mis
padres se fueron y me dejaron al cuidado de aquella odiosa mujer.
El primer día transcurrió en relativa armonía, Claudia se mostraba amable y
gentil todo el tiempo, supongo que fue por eso que en cierta medida bajé mis
defensas.
Fue en el segundo día cuando todo comenzó, era domingo y como era mi
costumbre fui a bañarme luego de levantarme. Cuando me dirigí a mi habitación
para vestirme encontré, abierto sobre mi cama, un pañal de “princesas” de mi
hermana. Me resultó extraño, pero simplemente lo saqué de allí y no le di mayor
importancia. Enseguida entró Claudia.
-¡¿Qué haces acá?! –dije molesto.
-Vine a ayudarte a cambiarte.
-¡¿Qué?! No necesito ayuda.
-Claro que sí, bebita chiquita.
-¿Estas demente o acaso borracha?
-No me hables así, a mi mami no le gusta.
-Definitivamente estás loca, y voy a llamar a mis padres ahora mismo.
Encaré para la puerta con toda la intención de salir, pero no lo logré, la
mujer me aferró con fuerza de un brazo y de un solo tirón me puso sobre su
regazo, me quitó el tallón atado a mi cintura (dejándome desnudo) y comenzó a
nalguearme en el trasero, intenté resistirme pero ella tenía más fuerza y los
golpes eran en verdad muy dolorosos, tanto que no pude impedir que unas
lágrimas cayeron por mi rostro.
-¿Vas a ser una buena niña ahora? –me preguntó.
-Sí –respondí casi sin escucharla, solo quería que se detuviera tal
castigo.
-Bien –dijo y me recostó sobre la cama.
Tomó el pañal del suelo, lo colocó debajo de mi cola, me colocó talco que
usaban con mi hermana y me lo cerró bien fuerte. En ese momento yo no era
consciente de lo que sucedía realmente, los golpes me habían dejado aturdido.
Cuando realmente tomé consciencia tenía un apretado pañal con el que se me
dificultaba mucho caminar, un chupete en la boca y aquella desquiciada mujer me
llevaba a la cocina de la mano. Con mucha esfuerzo me sentó en la silla alta de
mi hermana y comenzó a preparar lo que imaginé era el desayuno. Obviamente que
no estaba de acuerdo con nada de lo que allí sucedía, pero más grande era mi
miedo hacia aquella mujer y lo que podía llegar a hacer, ya había mostrado algo
pero pensé que podría incluso llegar a ser peor.
Preparó una papilla especial que venía pre-preparada y que obviamente mis
papás habían comprado para mi hermana. Me puso un babero y comenzó a darme de
comer esa cosa. Al principio me resistí pero después de probar unas cucharadas
no tenía saber feo y lo cierto es que me moría de hambre, así que me tragué mi
orgullo y me comí todo el plato.
-Buena bebita –repetía constantemente Claudia.
A partir de mi buena predisposición ella mejoró su actitud hacía mí. Con
increíble fuerza me levantó en brazos y me llevó a lo que sería, por tiempo
indeterminado, mi nueva habitación que era la de mi hermana. El lugar era la
imagen misma de una pieza de niña, mucho rosa, y el lugar estaba adornado con
muchos juguetes y pilas de pañales acompañados de talco y toallitas húmedas.
La mujer me colocó en el suelo y armó alrededor mío un corralito, me colocó
unos juguetes dentro y luego salió de la habitación sin decir nada. Esperé unos
segundos y me acerqué a la puerta, con mucho cuidado tanteé el picaporte,
estaba cerrado con llave. Con resignación entré nuevamente en el corralito
intentando pensar en que iba a hacer.
Las horas pasaron y comencé tener la necesidad de ir al baño, golpeé la
puerta para que me permitiera salir pero jamás tuve respuesta del otro lado.
Hice tanto esfuerzo como pude pero finalmente el pipi me ganó y en pocos
segundos había humedecido todo mi pañal y se sentía muy pesado. La situación
simplemente me superaba y comencé a llorar sin poder detenerme. Fue cuando
Claudia volvió a ingresar en la habitación.
-¿Qué sucede bebita? –me preguntó mientras tocaba mi pañal –Ah, no te
preocupes mami está aquí.
Colocó un cambiador de plástico en el suelo y me recostó en él, sacándome
del corralito. Me quitó mi pañal mojado y lo dejó a un lado. Me puso talco y un
nuevo pañal.
-¿Ves? Ya estas limpia y sequita –dijo con ternura mientras terminaba de
cerrarlo.
Sacó de su bolsillo un peine y comenzó a cepillarme el cabello, vale decir
que tengo el pelo bien largo. Me hizo una raya al medio y me ató dos colitas
con unos moños. Y me puso un vestido amarillo y unos zapatos. Jamás en mi vida
me había sentido tan humillado pero simplemente no me atrevía a contradecir a
esa mujer.
Luego se sentó a mi lado y tomando unos juguetes intentó animarme, decidí
por mi bien llevarle la corriente. Por suerte eso mató mucho tiempo, y comenzó
a darme sueño. La mujer lo notó, me alzó y me acurrucó en la cuna y allí me
quedé dormido.
El primer día así trascurrió, obviamente que hacía la noche volvió a darme
de comer la papilla, y antes de dormir debió volver a cambiarme el pañal. Desde
mi cuna tuve que escuchar cómo me cantaba, por más ridículo que suene, eso me
calmó y finalmente me volví a dormir.
Uno de mis mayores miedos era que me obligara a ir de esa forma a la
escuela, pero no fue así, falté. Cuando me desperté el sol ya brillaba y el reloj marcaba las once a.m.
A esa hora Claudia entró, me sacó de la cuna, se sentó en el suelo, me recostó
sobre ella, y me dio a beber leche de una mamadera.
Cuando terminé me sacó todo la ropa y en alzas me llevó hasta el baño,
donde me lavó completamente. Para esa altura ya estaba entregado y no
tenía ni la más mínima intención de
resistirme o quejarme, ella disponía de mí como deseaba.
Así transcurrieron tres días desde la partida de mis padres y frente a la
situación hice lo único que podía hacer, verle el lado positivo: no ir a la
escuela. Por lo demás si le seguía la corriente a mi “nueva mami” el trato era
excelente, así que traté de aprovecharlo al máximo.
En el cuarto día ambos nos divertíamos con los juguetes de mi hermana,
hasta que ella se detuvo, olio en el aire y dijo:
-Creo que alguien ya se ensució -se levantó y tiró por la parte de atrás
del pañal para ver -.Sí, ya te ensuciaste –confirmó.
Fue cuando caí en la cuenta que era
cierto, en estos días había ensuciado mi pañal varias veces, pero siempre de
una forma consciente. Pero ese día no fue así, jamás había notado cuando me
había hecho popo.
Una vez más la mujer me recostó sobre el cambiador y me quitó el pesado
pañal.
-¡Guau! También está muy húmedo –dijo.
Era increíble había ensuciado y mojado el pañal y jamás me percaté. Quizás
para esa altura ya había enloquecido como ella, el caso es que no me importaba,
comenzaba a disfrutar de aquella situación que me había trasformado en,
palabras de Claudia, una adorable bebita. Y así era todo el tiempo, con
pañales, chupetes y vestidos pasaba todo el día divirtiéndome con los juguetes
de mi hermana, escuchando cuentos y canciones. Y ni siquiera tenía la necesidad
de ir al baño, puesto que dejaba todo ese trabajo al pañal.
Justo cuando empezaba a divertirme, mis padres llamaron que regresarían al
día siguiente. Ambos nos entristecimos aquella tan lindo que ahora ambos
gozábamos terminaría pronto. Es por eso que ese último día lo disfrutamos al
máximo, yo sobre todo y gocé cada segundo de ser una bebita.
Al día siguiente mis padres volvieron, para esa altura yo ya vestía normal,
algo que me hacía sentir un tanto incomodó. Dos días después Claudia partió.
Me quedé mirando en la dirección en que se fue, preguntándome cuando
regresaría, para volverme una vez más su bebita.
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