martes, 23 de junio de 2015

La fuerza de la amistad

Una vez escuché que la amistad entre el hombre y la mujer no existe. Yo puedo dar fe de que esto no es así, o por lo menos no en mi experiencia personal ¿Quieren saber porque estoy tan seguro? Por algo que me sucedió hace dos años atrás con mi amiga de toda la vida, Gisel.
Ella y yo somos amigos desde que tengo memoria, y ambos estuvimos en los momentos más significativos de la vida del otro. Por ejemplo fui testigo de su boda con Fernando un buen y trabajador hombre. También fui el segundo en enterarme que, después de un año, estaban esperando a su primer hijo. Y es precisamente en este punto dónde voy a comenzar mi relato. De aquella experiencia que vivimos y que hizo nuestra amistad más fuerte que nunca.
Al quedar embarazada Gisel tan solo tenía veintiséis años. Como toda madre primeriza estaba siempre muy nerviosa y miedosa de que algo le ocurra a su hijo. Tanto Fernando como yo la apoyábamos y alentábamos para que perdiera esos temores, pero lejos de ser así, aumentaron. Los primero tres meses temía perder al bebe o que este padezca alguna enfermedad. En el cuarto mes su preocupación se centró en que creía no estar lista para atender y cuidar bien del niño.
Pasábamos largas horas charlando de aquel tema, yo le decía que sus miedos eran normales pero que debía superarlos, pero evidentemente estos eran más fuertes y cada día que pasaba sus miedos crecían.
Una de esas tardes le dije:
-Sabes bien que en mí siempre vas a encontrar un amigo dispuesto a ayudarte en lo que sea, lo que sea –recalqué con énfasis.
Jamás pensé en lo que esa promesa podía deparar. Un viernes a la tarde, saliendo del trabajo, recibí un llamado de ella pidiéndome por favor que la visitara en su casa, que necesitaba de mi ayuda. Tomé un taxi y en cuestión de minutos estuve allí. Tomamos y café y entre otras cosas me mostró la que sería la habitación del bebe ya decorada y amueblada. Luego me explicó que Fernando por temas de trabajo estaría de viaje todo el fin de semana y que al encontrarse sola, sus miedos y preocupaciones aumentaban.
-Pero creo que encontré la forma de manejarlos –me explicó.
-Excelente y ¿cómo?
-Bueno mi mayor temor es no poder atender a mi bebé como corresponde. Pues bien creo que si desde ahora atiendo a uno tendré, mayor experiencia y eso me dará tranquilidad también.
-Me parece un muy buen plan. Lo que no logró entender es de dónde vas a sacar ese bebe.
-Bueno…  allí es donde entras vos y tú ayuda.
-No te logro entender.
-Mira esto que te voy a pedir sé que es difícil, de seguro lo más difícil que te pedí en mi vida, pero de verdad necesito que lo hagas.
-Está bien, pero si no me decís que es no puedo prometerte nada.
-Ok –tomó aire como si eso le diera el coraje necesario para pronunciar tan difíciles palabras -.Lo que necesito es… que este fin de semana te quedes conmigo hasta que vuelva Fernando y que en ese tiempo…actúes como si fueras un bebé.
Al principio no supe que decir, de lo único que estaba seguro era de que mi cara estaba roja como un tomate de la vergüenza. Después solté una nerviosa carcajada.
-¿Por qué te reis? –me preguntó incrédula.
-Porque es un chiste ¿verdad?
-No, de verdad te lo estoy pidiendo, es muy importante para mí.
-Entonces enloqueciste.
-No –me tomó del brazo al notar que mi intención era marcharme del lugar -.Dijiste que me ayudarías en todo lo que fuera necesario.
-Sí, pero no en esta… locura.
-No es una locura, si yo gano experiencia en cómo tratar a un bebé, me voy a sentir más segura.
-Pero no soy un bebé, soy un adulto.
-Lo sé, pero te pido que actúes como uno, por eso te dije que este era el favor más grande que te podía llegar a pedir.
-Supongamos que digo que si –exclamé luego de unos segundos en silencio -¿Qué es exactamente lo que debo hacer?
-Comportarte las cuarenta y ocho horas como un bebé y deja que yo te atienda.
-Y ¿eso implica todo? Es decir cambio de pañales ¿por ejemplo?
-Por supuesto, eso es esencial.
-Por eso te digo que es una locura, ¿entendes que yo estaría desnudo y que…
-Pero te estas equivocando, yo no te vería como un hombre sino como a un bebé, por lo tanto si va a haber un sentimiento es de ternura y no algo sexual.
-No sé, sé que te lo prometí pero esto…
-¡Por favor te lo pido! Por todos los años de amistad que tenemos, por favor –me tomó de las dos manos y me miró derecho a los ojos.
En ese momento no sé por qué, pero flaqueé, quizás fue por la belleza de su rostro, quizás por la ternura de su mirada o quizás porque internamente si estaba dispuesto a hacer lo que sea necesario por mi gran amiga.
-Si esto va quedar entre nosotros –dije -.Ahhhh… está bien, lo haré.
-¡¡¡Muchas gracias!!! -se me abalanzó y me abrazó y besó en la mejilla.
-Sí, sí, muchos besos pero todavía no me lo prometiste.
-Te lo prometo-hizo una cruz con sus dedos a la altura de la boca -.Nadie jamás va a saber nada de esto.
-Sé que me voy arrepentir, pero bueno empecemos, que tengo que hacer.
Ella sonrió pícaramente y me dijo como comenzar.
Lo primero y más difícil fue quedarme sin ropa frente a ella. Me coloqué una toalla para taparme.
-Bueno, ahora acóstate acá –me pidió con una sonrisa dulce e indicándome un cambiador de plástico sobre la cama.
Lo hice, me quitó la toalla (mientras yo miraba hacia otro lado avergonzado) me roció la cola con talco. Luego me levantó las piernas y acomodó un pañal por debajo. Llevó la parte delantera por encima de mi ombligo y le cerró con fuerza.
-Listo, ¿viste? No era tan complicado ¿Cómo te sentís?
-Extremadamente ridículo.
-Para mí estas tierno, de a poco te vas pareciendo a un bebé.
-¿De a poco?
-Todavía falta –me explicó y me tocó la punta de la nariz de forma juguetona -.Veni conmigo.
Empezó a caminar y la seguí, pero se detuvo, giró sobre sus talones y me miró.
-Así no camines, como bebe.
-¿Y cómo se supone que se hace?
-Gateando, ¿cómo va a ser?
-No estás hablando en serio, ¿verdad?
-¡Dale! Me dijiste que me ibas a ayudar.
-¡Ahh! No puedo creer esto –exclamé agarrándome la cabeza y aceptando seguirla como me pedía.
-Ahora sí, vamos bebito.
Continuamos hasta el cuarto que ella y Fernando, habían decorado para el niño y supuse que sería el mío por el fin de semana.
-¿Te gusta? – me preguntó.
-Sí, está bien.
Me miró con cierta mueca de molestia, no entendí porque hasta que se puso de cuclillas para quedar a mi altura y me miró directo a los ojos.
-Me parece que no estamos entendiendo.
-¡¿Qué?!
-Que los bebes no hablan.
-Algunos si lo…
Me cayó en un segundo poniéndome un chupete en la boca. Por auto reflejo casi lo escupo, pero enseguida recordé mi promesa y opté por seguirle el juego.
-Mejor, mucho mejor –volvió a sonreír con la dulzura de siempre -¿Vas captando lo que necesito? –me preguntó con seriedad, asentí con la cabeza.
Ahí me di cuenta, era difícil para los dos, pero ella estaba poniendo lo mejor de sí y quizás era momento de que también yo lo hiciera. Sería complicado pero decidí que haría mi mayor esfuerzo.
Entré a mi nueva habitación y comencé a jugar con cuanto juguete encontré. De reojo y con disimulo miré a Gisel que me observaba apoyada en la entrada con una amplia sonrisa, lo que me comprobó que mi nueva actitud la complacía y era lo que anhelaba.
Esta primera parte fue sencilla, lo complicado fue cuando, después de una hora, la llamada de la naturaleza se hizo presente. Intenté comunicarle a mi amiga la necesidad del ir al baño sin hablar.
-¿Qué pasa, bebito lindo? –me preguntó sentada en un sillón y yo a sus pies ¿Ah tienes ganas de hacer pipí? O ¿popo? Quizás las dos –entendió y esbozó una gran sonrisa –.No te preocupes bebito, para eso tienes el pañal, hace tranquilo que mami después te cambia –me acarició la cabeza.
No podía creerlo que oía, no quería volver a pasar por la situación de estar desnudo frente a ella, estaba dispuesto a protestar. Pero la vergüenza del momento sumado a la posición incómoda en la que estaba resulto un coctel fatal, ya que casi sin darme cuenta perdí control sobre mi esfínter y embarré todo mi pañal, estaba exhausto por lo sucedido y por ello también liberé todo lo acumulado en mi vejiga.
Gisel olió el mal olor en la habitación, dejó el libro que leía a un lado y miró dentro de mi pañal, y luego lo tocó en la entre pierna sintiéndolo húmedo.
-Te hiciste todo, bebito –exclamó feliz –No te preocupes mami te va a cambiar.
Estaba tan avergonzado y sucio que no puse las más mínima oposición. Gateando la seguí hasta un cambiador de plástico que colocó en el piso, me recosté boca arriba, esperé a ella haga todo el cambio. Puso mucha paciencia, ternura y dulzura a la hora de asearme con toallitas húmedas y demás. Luego ajustó un nuevo pañal previo rociada de talco.
Extrañamente pensé que al quedar desnudo frente a ella nuevamente moriría de la vergüenza, pero no fue así. Su ternura de madre hizo que me tranquilizara y hasta que disfrutara de los cuidados y mimos. Eso me dio una nueva confianza para continuar adelante con mi papel de bebé.
El día culminó con un baño en una tina de agua caliente repleta de juguetes, y una cena que consistió en papilla y una mamadera llena de leche tibia. Por último me arropó en una gran cuna y me beso en la frente. En plena madrugada sentí unas fuertes ganas de hacer pipí, recordé los enormes pañales que me vestían y sin ningún problema liberé mi vejiga, en esta ocasión disfruté sentir como el pañal se volvía pesado al tiempo que humedecía un poco mi colita, cuando todo había sido absorbido me acomodé y continúe durmiendo.
Cuando el sol se asomó Gisel ingresó a la habitación con una nueva mamadera me la entregó y muy a gusto comencé a beberla al tiempo que ella examinaba y descubría el pañal húmedo. Siempre con una sonrisa me limpió y cambió mientras yo continuaba con mi desayuno.
La jornada continuó con juguetes, cuentos y mimos de mi nueva “mami”.
Cuando la hora señalada para terminar con mi papel de bebe se acercaba. Gisel se recostó sobre la cama y yo me coloqué en su falda. En ese momento se quitó la blusa y se desprendió el corpiño, y me acercó a su pecho para amamantarme, si bien en un principio dude, al fin accedí. Y como estaba embarazada ya producía leche por ello, con cada succión entraba a mi estómago su leche. En un primer momento me pareció desagradable pero con sus caricias de por medio me fue agradando. Al terminar la leche de un pecho me posicionó de otra forma y continúe mi banquete en el otro.
Luego de un buen rato quedé exhausto y con la panza llena, lo que me provocó un sueño inmediato. Al despertar me encontré nuevamente con mi pañal húmedo y pesado, permanecí allí esperando el ansiado cambio, pero nunca sucedió. Gisel me explicó que ya se habían cumplidos las horas acordadas y que Fernando volvería pronto. Con cierta melancolía me asee en el baño, volví a mi ropa de adulto (lo que me provocaba un gran vacío) y me preparé para marcharme.
-Nunca me va a alcanzar la vida para agradecerte todo lo que hiciste por mí –exclamó mi amiga abrazándome.
-No necesitas hacer nada –respondí -.Espero que te haya servido.
-No te das una idea cuánto.

Terminada la charla me marché. Poco tiempo después Gisel y Fernando tuvieron un bebe hermoso, por supuesto que ella resultó ser una madre excelente: tierna, dulce, cariñosa. Tal como había sido conmigo cuando por dos días fui su bebé.


3 comentarios:

John Smith13 dijo...

como puedo comprar "El instituto AB" no tengo idea pero si tiene imagenes quiero comprarlo

Anónimo dijo...

Segui

charlys64 dijo...

Hola,me gusto mucho su historia
an pensado en hacer comics en ves de historias,almenos para mi seria mejor