domingo, 15 de marzo de 2015

Este es un capítulo del libro "El instituto AB" el cual pueden adquirir visitando nuestra pagina de Facebook: https://www.facebook.com/cuentosabdl, esperamos les guste.


Capítulo 12

 

LARA… UN BEBÉ

 

Me desperté a medianoche, me moví un poco en la cuna y sentí el pañal más incomodó de lo habitual, en seguida me di cuenta de que lo había embarrado otra vez sin percatarme. Era realmente incomodó sentir como el popo se aplastaba y se desparramaba más y más con cada movimiento mío. Aun así me resistí de fingir un llanto para que me cambiaran.

Miré a un lado y vi a Lara durmiendo a en la cuna contigua. Estaba volteada hacia mi lado. Dormía plácidamente con su chupete en la boca y abrazada a un oso de peluche.

Hacía días que la veía distinta, estaba actuando como un… bebé. Imaginé que su tratamiento estaba llegando a su fin.

Volteé, y me quedé mirando hacia arriba y otra vez sentí la incomodidad del popo desparramándose por mi cola y el pañal. Pese al malestar permanecí así un largo rato observando hacia el techo. No tenía pensado quedarme sucia, pero en algún momento el sueño regresó a mí y me quedé dormida.

Como siempre volvía despertarme cuando el sol ya había salido. Sentí un poco de ardor en mi cola, allí recordé que durante la noche me había hecho popo y no había pedido un cambio de pañales. Mira a un lado y a otro, muchas “mamis” ya atendían a sus “bebés” pero no veía la mía y ya no aguantaba más el pañal en aquel estado. Así que me puse a llorar fuerte como me habían enseñado a hacer cuando quería algo.

Mónica apareció en pocos segundos.

-¿Qué pasa bebita? –me preguntó al tiempo que me acariciaba la cabeza.

Al ver que no me calmaba me examinó la entre pierna y luego miró el pañal por detrás

-Creo que esta bebé, ya necesita un cambio.

Me levantó y me colocó sobre el mueble cambiador desplegó el pañal y vio el amontonamiento de popo de la noche. Con amor tomó toallitas húmedas y me limpió con cuidado, luego me untó crema para las paspaduras y me ajustó un nuevo pañal. Mientras ella hacia esto yo me entretenía chupándome el dedo gordo, no intentaba darle el gusto a nadie, solo era un auto reflejo que encontraba placentero.

Al tiempo que esto transcurría miré hacia un lado, y vi como vestían a Lara. Le habían colocado un bello vestido rosa con voladitos en el cuello y las mangas, y que dejaba al descubierto su pañal. Medias de color similar y nos zapatos rojos. Mientras le cepillaban y desenredaban su corto cabello, ella jugueteaba con su chupete en la boca.

En ese momento Mónica me alzó y llevó a la habitación contigua, era hora de mi leche. Succionando ese néctar dulce y refrescante perdí la noción del tiempo.

Cuando terminé, Mónica volvió a tomarme en brazos y me trasladó hasta el lugar donde estaban todos los bebés. Me sentó dentro de un corralito para que jugara con los otros niños.

Algunos bebés me tiraban una pelota en forma de invitación a jugar pero yo tenía puesta mi atención en una escena que no ocurría muy lejos de donde estaba. Una mujer y un hombre de unos cuarenta años cada uno, jugueteaban con Lara que estaba sentada en un cochecito a su medida. La niña respondía con sonrisas y risas. La mujer la alzó por encima de su cabeza y la movió en forma divertida. La doctora Morrigan se acercó para hablar con ellos. Después de intercambiar pocas palabras, volvieron a colocar a Lara en el cochecito y se trasladaron hacia la puerta.

Al pasar a mi lado y ver que no dejaba de observarlos, la mujer se me acercó y me acarició la cara.

-Qué bonita bebé –exclamó.

-No lo es aún, pero lo será pronto –dijo la doctora Morrigan unos pasos más atrás y sonriendo con desprecio como acostumbraba a hacer.

Los tres continuaron el camino junto a Lara. Entonces lo comprendí, ella se había convertido en un bebé como pronto me pasaría a mí.