Capítulo 12
LARA… UN
BEBÉ
Me desperté
a medianoche, me moví un poco en la cuna y sentí el pañal más incomodó de lo
habitual, en seguida me di cuenta de que lo había embarrado otra vez sin
percatarme. Era realmente incomodó sentir como el popo se aplastaba y se desparramaba
más y más con cada movimiento mío. Aun así me resistí de fingir un llanto para
que me cambiaran.
Miré a un
lado y vi a Lara durmiendo a en la cuna contigua. Estaba volteada hacia mi
lado. Dormía plácidamente con su chupete en la boca y abrazada a un oso de
peluche.
Hacía días
que la veía distinta, estaba actuando como un… bebé. Imaginé que su tratamiento
estaba llegando a su fin.
Volteé, y
me quedé mirando hacia arriba y otra vez sentí la incomodidad del popo
desparramándose por mi cola y el pañal. Pese al malestar permanecí así un largo
rato observando hacia el techo. No tenía pensado quedarme sucia, pero en algún
momento el sueño regresó a mí y me quedé dormida.
Como
siempre volvía despertarme cuando el sol ya había salido. Sentí un poco de
ardor en mi cola, allí recordé que durante la noche me había hecho popo y no
había pedido un cambio de pañales. Mira a un lado y a otro, muchas “mamis” ya
atendían a sus “bebés” pero no veía la mía y ya no aguantaba más el pañal en
aquel estado. Así que me puse a llorar fuerte como me habían enseñado a hacer
cuando quería algo.
Mónica
apareció en pocos segundos.
-¿Qué pasa
bebita? –me preguntó al tiempo que me acariciaba la cabeza.
Al ver que
no me calmaba me examinó la entre pierna y luego miró el pañal por detrás
-Creo que
esta bebé, ya necesita un cambio.
Me levantó
y me colocó sobre el mueble cambiador desplegó el pañal y vio el amontonamiento
de popo de la noche. Con amor tomó toallitas húmedas y me limpió con cuidado,
luego me untó crema para las paspaduras y me ajustó un nuevo pañal. Mientras
ella hacia esto yo me entretenía chupándome el dedo gordo, no intentaba darle
el gusto a nadie, solo era un auto reflejo que encontraba placentero.
Al tiempo
que esto transcurría miré hacia un lado, y vi como vestían a Lara. Le habían
colocado un bello vestido rosa con voladitos en el cuello y las mangas, y que
dejaba al descubierto su pañal. Medias de color similar y nos zapatos rojos.
Mientras le cepillaban y desenredaban su corto cabello, ella jugueteaba con su
chupete en la boca.
En ese
momento Mónica me alzó y llevó a la habitación contigua, era hora de mi leche.
Succionando ese néctar dulce y refrescante perdí la noción del tiempo.
Cuando
terminé, Mónica volvió a tomarme en brazos y me trasladó hasta el lugar donde estaban
todos los bebés. Me sentó dentro de un corralito para que jugara con los otros
niños.
Algunos
bebés me tiraban una pelota en forma de invitación a jugar pero yo tenía puesta
mi atención en una escena que no ocurría muy lejos de donde estaba. Una mujer y
un hombre de unos cuarenta años cada uno, jugueteaban con Lara que estaba
sentada en un cochecito a su medida. La niña respondía con sonrisas y risas. La
mujer la alzó por encima de su cabeza y la movió en forma divertida. La doctora
Morrigan se acercó para hablar con ellos. Después de intercambiar pocas
palabras, volvieron a colocar a Lara en el cochecito y se trasladaron hacia la
puerta.
Al pasar a
mi lado y ver que no dejaba de observarlos, la mujer se me acercó y me acarició
la cara.
-Qué bonita
bebé –exclamó.
-No lo es
aún, pero lo será pronto –dijo la doctora Morrigan unos pasos más atrás y
sonriendo con desprecio como acostumbraba a hacer.
Los tres
continuaron el camino junto a Lara. Entonces lo comprendí, ella se había
convertido en un bebé como pronto me pasaría a mí.
1 comentario:
Gran historia!
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